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“Cuando salgo a la pizarra me pongo muy nervioso porque veo las letras diferentes, las coloco al revés, me las como, y algunas es como si flotaran”, contó mi hijo Samuel en una carta que escribió cuando tenía 10 años. “No es que sea raro, ni vago, ni que no tenga ganas de aprender”. Lo que le pasaba a Samuel era eso que le pasa al 15% de los españoles: tenía dislexia.
Me llamo Araceli Salas, madre de Samuel y de otro hijo disléxico, educadora infantil, psicomotricista y portavoz de FEDIS (Federación Española de Dislexia y otras DEA -Dificultades Específicas de Aprendizaje-). Samuel no fue diagnosticado de dislexia hasta los 9 años y medio. Antes no sabíamos lo que le pasaba. Pasamos por oculistas, pediatras, logopedas… Estábamos muy perdidos y sufrimos mucho viendo cómo a Samuel todo eso le iba minando su autoestima.
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viernes, 28 de abril de 2017
Firma! Más atención a la Dislexia y otras DEA en la próxima Ley Orgánica de Educación
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